El debate entre la comunidad científica y los estudiosos de la religión prosigue. Muchos creen en la hipótesis documental que el Antiguo Testamento tuvo muchos autores, lo cual descarta a Moisés como la única fuente y puesto que no existen pruebas históricas de su vida, algunos incluso se preguntan si Moisés existió. Sin embargo hay algunos personajes bíblicos que podrían haber dejado una huella rastreable. Alrededor del año 1.000 a. C. apareció uno de estos personajes inmortales capaz de unir a las doce tribus de Israel contra un nuevo y poderoso enemigo. De todos los nombres del Antiguo Testamento ninguno aparece con más frecuencia que David. Las escrituras dicen que David creó un reino que se extendió desde Egipto a Mesopotamia. Convirtió a Jerusalén en su capital real y forjó una nueva alianza con Dios, conocido como Yavé, que prometió a David que él y sus descendientes gobernarían la tierra para siempre. Salomón, el hijo de David, construyó un templo donde Yavé, ahora el Dios de la nación de Israel, moraría por toda la eternidad. Es el reino de David y Salomón, una nación unida bajo el mismo Dios, según reza la Biblia
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